30 dic 2009

La crisis sirve para destapar a los sinvergüenzas. Hoy Gerardo Diaz Ferran, empresaurio

Texto extraido del Confidencial, vale la pena leerlo.


Aquel palacio tenía que ser para él. Algo más de 1.000 metros cuadrados distribuidos en tres plantas al pie de la bahía de Palma, justo donde el Mediterráneo se viste de azul turquesa. ¿Reformas? Las que hicieran falta, que para eso a Gerardo Díaz Ferrán le había castigado Dios con dinero. ¿Que se nos va el presupuesto a los cuatro millones de euros? Ningún problema, que ya se sabe que el mármol es para toda la vida. ¿Que qué pasa con este pagaré que me han devuelto, Gerardo? Nada, Joan, esta tarde lo arrreglo y te mando 30.000 euros para que pagues los andamios. ¿Que te debo ya medio millón de euros y que me llevas a los tribunales? No te preocupes, que estoy pendiente de que me paguen tres ayuntamientos y de vender tres cosas y me pongo con lo tuyo. ¿Que tienes que suspender pagos por mi culpa? Pues lo siento, chico, porque esta semana ando fatal de calderilla. Recién salida del concurso de acreedores, Jojaina, la constructora de Joan Rigo, presentó en los tribunales una demanda para obligar a Díaz Ferrán y a tres de sus empresas a suspender pagos por una deuda de 750.000 euros. Un par de meses antes había recibido el último SMS del presidente de la CEOE: “Esto es un desastre; no sabes lo preocupado que estoy...”.

Gerardo Díaz Ferrán ha seguido preocupado. “Llega un momento en el que no puedes hacer más”, ha dicho para justificar que el cierre esta semana de Air Comet haya dejado a miles de pasajeros en tierra y a 600 empleados en la calle. Y no es que no sienta los perjuicios causados a sus clientes, aunque esto les haya pasado por ilusos, porque ante el panorama de huelgas que se vivía en la compañía ni él mismo la hubiera elegido para volar a ningún sitio. Pese a que el escándalo ha sido mayúsculo, los trabajadores pueden estar tranquilos. “No sé si podremos inyectar algún recurso más a la compañía para poder pagar (las nóminas), pero los 20 días (del ERE al que obliga la ley) los cobran seguro”. Tienen la palabra de Gerardo. ¿No les basta?
A estas alturas es difícil soprenderse por algo, aunque hay que reconocer que no es habitual que el estandarte de la patronal arrostre con orgullo la condición de moroso, que exhiba sin pudor sus deudas con Hacienda o con la Seguridad Social, que asuma con naturalidad una investigación judicial por el presunto desvío de ayudas públicas, y que, como contrapartida, reciba el apoyo unánime de su organización, que ya se sabe que van a por ti, Gerardo, querido. Es legítimo que la CEOE exija una rebaja de las cotizaciones sociales y el abaratamiento del despido, o que denuncie que la banca tiene cerrado el grigo del crédito. Pero lo sería aún más si el hombre que pone voz a esas demandas no debiera hasta de callarse, abonase religiosamente la nómina de sus trabajadores y no fuera, en su condición de consejero de Caja Madrid, el principal beneficiario de unos ventajosos préstamos que tampoco paga.

En realidad, no es Díaz Ferrán el que ha entrado en quiebra sino toda una clase empresarial que ha medrado con las concesiones públicas, que se ha enriquecido gracias al amiguismo y a la connivencia con el poder político y que, lejos de aprovechar una coyuntura favorable de década y media para fortalecer sus empresas se ha limitado a levantar castillos de naipes que se han ido al suelo con la primera brisa. Aquí ha habido pocos empresarios y muchos especuladores, cuyos conglomerados sólo han servido para dar apariencia de legalidad a sus operaciones financieras. ¿Es normal que un mayorista turístico como Marsans haya actuado como broker hasta acumular una cartera de acciones de casi 90 millones de euros? ¿Era razonable que el presidente de la CEOE y su eterno socio Gonzalo Pascual destinaran casi 100 millones de euros de sus empresas a hacerse con el 5% de un grupo de alimentación como SOS para dar un pelotazo finalmente malogrado? ¿O que se lamentaran de que Fernando Martín sólo les permitiera entrar con 25 millones en Martinsa? Visto así no es tan descabellado que Díaz Ferrán represente a la clase empresarial de este país, porque no deja de ser uno de sus retratos más fieles.
Eso es, al menos, lo que dice su propia trayectoria. Emparentado su socio con la familia de Arias Navarro, a la pareja no le fue difícil conseguir las primeras adjudicaciones de las líneas de transporte que ya entonces empezaban a privatizarse en Madrid. Del sector público también les llegó Marsans y Aerolíneas Argentinas. Con esos antecedentes no es extraño que la obsesión de Díaz Ferrán haya sido conseguir la privatización de la EMT, con la que “podrían dedicarse miles de millones de pesetas a otros bienes sociales”. Así es este endeudado millonario que cuando pintaba en oros sostenía que la mejor empresa pública era la que no existía –es decir, la que se le adjudicaba al ser privatizada- y que cuando el palo cambió a bastos pidió hacer un kit-kat en el capitalismo para que el Estado corriera a socorrerle.

Con lo público el patrón en jefe ha vivido como un marajá, sobre todo desde que se convirtió en el ojo derecho de Esperanza Aguirre, “que es cojonuda” y con razón. Viajes de mayores, subvenciones para vehículos, contratos de gestión de centros culturales, lo que hiciera falta para alguien generoso con las finanzas del partido, a quien no le dolían prendas en entregar unos decenas de miles de euros para ayudar en las campañas. Había dinero hasta para contribuir al gotelé de Barceló en su cúpula ginebrina. El secreto era estar a bien con todos y estrechar la mano o besar en la mejilla de todos y cada uno de los miembros de la nueva Ejecutiva del PSOE en su último Congreso, no fuera a ser que el Gobierno se olvidara de que los Kirchner le deben una pasta con Aerolíneas y le dejara de su mano.

Díaz Ferrán es el símbolo del fin de una época, en la que como él mismo ha reconocido en El Mundo llegabas a los bancos “les pedías que te financiaran un 70% y te decían que no, que el 100%, faltaba más”, sobre todo si eras consejero, había que comprar casa a los niños y bastaba con pedíselo a Blesa, que no se entiende lo que le ha pasado ahora a este hombre con lo comprensivo que fue siempre. ¿Acaso va a quebrar la caja por 32 millones de euros más o menos?

Es evidente que permanecer al frente de la CEOE no es un lastre para este moroso compulsivo, aunque es razonable pensar que sí representa un carga para la patronal mantener a Díaz Ferrán en la presidencia, justo cuando se inicia una nueva ronda del diálogo social. ¿Para qué querrá Gerardo que se recorten las cuotas a la Seguridad Social si él no las paga? Pues eso.

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